Una nueva Fazenda agranda la esperanza para los adictos

Dos miembros de la fundación que construye el centro convocaron a no ceder al desaliento.Quizá Romina Roda (37 años) y Roberto Mohedano (58) no sean conscientes del entusiasmo que contagian mientras comentan las líneas directrices de la segunda Fazenda de la Esperanza. Ese centro de recuperación para drogodependientes (y no sólo para ellos) está próximo a ser inaugurado: el cardenal Luis Héctor Villalba bendecirá las instalaciones el sábado 15 de agosto. Y a partir de entonces empezará a materializarse el objetivo de sanación de la Fundación Virgen de La Merced Redentora de los Cautivos, la organización civil que edificó la Fazenda.

La segunda institución de esta clase en Tucumán (la primera funciona en Monte Redondo, Aguilares) tendrá capacidad para albergar a 40 varones “caminantes”, como se llama a quienes se proponen mudar de hábitos y de vida en el plazo de un año. Roda y Mohedano explican que la nueva Fazenda aliviará la demanda local de programas de recuperación. “Tucumán es un ‘semillero’ de adolescentes y jóvenes con problemas de adicciones. Somos la provincia de Argentina que más adictos envía a diferentes fazendas del país (hay nueve en funcionamiento, la mayoría de ellas para varones). En el presente, más o menos 40 tucumanos se recuperan en el centro de Deán Funes (Córdoba)”, dice Roda.

La apertura de la segunda Fazenda facilitará, entonces, la reconversión a más comprovincianos de entre 12 y 60 años. Esos milagros posibles sucederán en dos casas y una capilla construidas sobre un predio de 30 hectáreas de El Saladillo (en las inmediaciones de El Cadillal). Roda y Mohedano, integrantes de una fundación con siete miembros, informan que una familia partidaria de la obra filantrópica de bajo perfil donó la propiedad y una de las viviendas.

El modelo “Fazenda”, que nació en Brasil en 1983, se apoya sobre tres pilares: la espiritualidad, la convivencia y el trabajo. “Es un espacio de puertas abiertas e ingreso voluntario, que se sostiene a partir de la producción de los caminantes. Estos elaboran bienes que, luego, sus familias venden para contribuir a los gastos de la institución”, dice Mohedano. En la Fazenda ideal hay una panadería y talleres para el aprendizaje de diversos oficios, además de una huerta, un criadero de porcinos, etcétera.

El centro de El Cadillal, como ya se lo empieza a conocer, todavía carece de ese tipo de infraestructura. “Seguimos necesitando ayuda para crecer, sobre todo para la incorporación de lugares de trabajo destinados a los caminantes”, expresa Roda.

Las labores son centrales para un proceso de recuperación que prescinde de los fármacos y de los tratamientos médicos. Según indican, el método se funda en el acompañamiento y la contención que proveen los adultos responsables (suelen incluir a un sacerdote y monjas) y los voluntarios, entre los que hay adictos recuperados (algunos de ellos ultiman la construcción del centro). “No es una clínica sino una comunidad de vida donde se enseña a vivir distinto porque en un mes ya se está deshabituado de las drogas, pero dejar atrás al ‘hombre viejo’ lleva más tiempo”, reflexiona Roda. “Y todos trabajamos ad honórem”, agrega su compañero en la ONG y otras aventuras solidarias.

Hace años ya que estos dos “fazenderos” militantes encontraron la forma para combinar sus obligaciones laborales con la tarea solidaria inspirada en la fe de los católicos. Roda confiesa que el padecimiento de un ser querido la acercó a la Fazenda de Aguilares y que allí se dio cuenta de que ella también era caminante. “Lo que me mueve es el amor a mi hermano, a los hermanos que tengo alrededor”, afirma. Mohedano cuenta que hacía un trabajo apostólico en institutos de internación de menores (Roca, Goretti y Belgrano), cuando escuchó el testimonio de un chico recuperado en la Fazenda. “Agarré el auto y me fui a conocer la de Deán Funes. Allí descubrí una alternativa que me maravilla y que advierto con certeza que es una solución”, predica.

Ambos son conscientes de que la pelea contra las adicciones es lacerante y que en los barrios pobres se vive un auténtico desastre humanitario, pero llaman a no ceder al desaliento. Enfrentaron suicidios y muertes violentas, pero también vieron cómo algunos adictos se han salvado y resucitado. La experiencia de la redención anima a Roda y Mohedano. Y, por supuesto, una nueva Fazenda los espera.

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